domingo, 3 de agosto de 2014

LA PROBLEMÁTICA DE LA BASURA EN BUENOS AIRES

La Ciudad de Buenos Aires exhibe basura desparramada por todas partes a  pesar de que su recolección se realiza seis días a la semana y manda a enterrar a la Provincia unas 4500 toneladas por día proveniente de los domicilios porteños.
La vastedad territorial de la región metropolitana bonaerense (en adelante, RMB) es la que permitió que cuando en el último cuarto del siglo XX la Ciudad de Buenos Aires se  quedó sin zonas donde quemar o enterrar la basura, la dictadura militar de entonces decidiera enterrar la basura en los “rellenos sanitarios” prontos a abrirse en el conurbano bonaerense, territorio ajeno a la capital. De esta manera se consagró formalmente que los ciudadanos de la Capital Federal se despreocuparan por lo menos durante tres décadas de los residuos sólidos generados en el propio territorio. (Nota: hasta que empezaron, en los años 90, las protestas en barrios afectados por la contaminación proveniente de los rellenos, donde se comprobaron  serias enfermedades masivas).
Actualmente, la problemática de la basura y de los residuos sólidos urbanos (en adelante, RSU) de la Ciudad de Buenos Aires se encuentra en una significativa encrucijada. La irrupción masiva de los cartoneros, como expresión simbólica y concreta de la crisis argentina de comienzos del siglo XXI, tuvo un empuje tan arrollador que logró el reconocimiento formal de los mismos y luego la promulgación de una ley Basura Cero, de avanzada mundial, que los incluía como pilares fundamentales de la nueva política de RSU. Sin embargo, pasaron más de siete años desde dicha ley, muy poco se ha hecho en la dirección del concepto clave para Basura Cero: las 3R's (Reducir, Reutilizar, Reciclar) y para el reconocimiento efectivo de los cartoneros, verdaderos artífices del reciclado, mientras que la basura de la ciudad ha seguido creciendo en lugar de disminuir según el cronograma de reducción pautado por la propia ley.
De buenas a primeras, al comienzo de siglo, la problemática de la basura y de los desposeídos se metió por la ventana en la sociedad porteña (en las demás grandes ciudades del país la cuestión no es muy distinta), siempre tan creída de ser más parte de Europa que de América Latina. Y de la mano de ella, se hizo presente la reivindicación de los derechos básicos de los más necesitados de la sociedad. Se podría decir que todo pasa como si la basura saliera por la ventana del sistema hacia la naturaleza y al ser ésta incapaz  de asimilarla (ello no sucedía  hasta hace un siglo atrás) y metabolizarla (ya que cada día hay más materiales que no son biodegradables y también que el monto total de basura crece) aquella vuelve a entrar por la puerta principal, desbaratando la fiesta consumista de los beneficiarios del sistema.
La bonanza socio-económica argentina de la última década trajo un mejoramiento generalizado de la situación de los distintos estratos sociales aunque probablemente haya empeorado la distribución del ingreso. Como resultado de ello, el consumo global se ha incrementado de la mano de políticas públicas que lo alientan, habiéndolo erigido en el motor de la demanda agregada. Sin embargo, en la metrópolis sigue habiendo pobreza y muchos pobres.
La consecuencia más importante y directa de la problemática de los RMB se localiza en el impacto socio-ambiental local (y regional) de carácter crecientemente negativo que tienen los rellenos sanitarios, hacia donde se lleva la mayor parte de la basura para  su disposición final así como en los ciento-y-tantos basurales clandestinos, a cielo abierto, localizados en variadas zonas del conurbano bonaerense.
Sucede que el “metabolismo social ampliado”, característico de los últimos setenta años, aproximadamente, del estilo de desarrollo vigente que es  resultante de la movilización masiva de recursos de fuera de la biósfera,  provenientes de yacimientos no-renovables, tales como minerales metálicos, hidrocarburos y otros minerales del subsuelo está complejizando la composición de la basura con nuevos materiales, desarrollados a partir de dichas materias primas, los que aumentan el grado de sofisticación tecnológica de  amplísimas  líneas de productos (por ejemplo, el desarrollo de una infinidad de materiales plásticos y de las 140.000 sustancias químicas existentes de carácter más o menos nocivo) conjuntamente con el incremento del porcentaje total de basura proveniente de recursos no-renovables.
A su vez, la extracción y el uso masivo de esas materias primas que permanecieron en el subsuelo a lo largo de miles de años, provocan procesos biogeoquímicos extraordinariamente complejos que muy probablemente estén sobrecargando la capacidad de regulación del ecosistema y generando una contaminación sistémica por encima de dicha capacidad de regulación.
Por su parte, los rellenos sanitarios tienen consecuencias directas sobre la salud de la población del área de influencia e indirectas a través de las filtraciones a los cursos de agua superficiales y subterráneos y, también, por el contacto directo con la basura ya que, literalmente, muchas familias viven (obtienen alimento, vestimenta, calzado, medicamentos, juguetes para los niños, etc.) de ella.
Como ya señalamos, hoy día, la necesidad de reducir la basura remite al nivel de consumo de las clases medias y altas, parte del cual puede considerarse suntuario o, por lo menos, prescindible/postergable. Pero aún el consumo de las clases populares incluye  "consumo chatarra".  Ello remite a su vez a uno de los pilares del capitalismo contemporáneo, cual es el mundo de la publicidad  + marketing + packaging, conjunto de actividades realizadas por los industriales, comerciantes y proveedores de servicios para incentivar el consumo.
Por ello, el problema de la basura apela a reflexionar acerca de nuestro estilo de vida. Por un lado, en la RMB ya no hay más localidades que quieran recibir nuestros desechos en su territorio; tampoco se los puede arrojar al mar ni al espacio, por lo cual tendremos que ver qué hacer para regular al sistema económico que los produce, analizando qué responsabilidades tiene/no tiene sobre ello.
Desde una postura ética entiendo que no corresponde imponerles a los pobres que vivan sobre nuestra basura, como tampoco que coman de las basuras del sistema porque no tienen trabajo e ingresos; para ello, se les deberá brindar  oportunidades. Entonces, ¿por qué sostener este sistema económico-social perverso que lleva a decenas de miles de familias a hurgar en la basura para comer y sacar un pequeño ingreso monetario de la venta de materiales a reutilizar/reciclar, a riesgo de intoxicarse con la comida y con residuos peligrosos o que se contagien enfermedades de los residuos patogénicos? ¿por qué sostener un sistema que nos impone a gritos que consumamos, que nos convence cuán divinos seremos cuando lo hagamos y cuán infelices si no lo hacemos, un sistema que gasta fortunas para que la presentación de los productos sea irresistiblemente atractiva? Un sistema al que para ganar más dinero no le importa si nos llena la ciudad de envases plásticos que después permanecerán por miles de años enterrados antes de que sean biodegradados. Un sistema que nos ha inundado la vida de productos electrónicos sin haber previsto siquiera qué hacer con las montañas de desechos de esos productos y de sus baterías recargables que van quedando por doquier siendo que poseen elevado potencial contaminante. Un sistema empresarial que se resiste férreamente desde hace más de una década a la promulgación de leyes que lo limiten en estos aspectos. Un sistema con poderosos grupos económicos que lucran con la basura y no permiten efectivizar la ley de basura cero promulgada hace 9 años. Una Ceamse (Coordinación Ecológica del Área Metropolitana, Sociedad del Estado), creada por la dictadura en la etapa más dura de la misma (1976), que continúa firme a pesar de todos los contaminados, intoxicados y muertos habidos y por haber.
Ello me mueve a esta invocación ética que pasa por una profunda reflexión acerca de la problemática de la basura, tal vez una de las más paradigmáticas del estilo de desarrollo inequitativo que vivimos en la región metropolitana (aunque extensible al país y al mundo) en el  entendimiento que hay que actuar sobre el propio sistema que mantiene y reproduce esta situación. El dilema no es desarrollo o ambiente sino hacer que el desarrollo llegue a los más necesitados, como los cartoneros, que hasta ahora son los únicos que día a día hacen algo económica, social y ambientalmente sustentable por nuestra basura. Y en esta línea de reflexión probablemente nos encontremos con nuevas limitantes al desarrollo, de carácter socio-ambiental, las que cuando no son respetadas es la propia naturaleza quien se ocupa de develar, tal como en las últimas inundaciones en Buenos Aires y La Plata.